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Lo que viene a continuación es una especie de diario (en varias partes) del viaje que acabamos de hacer a Nueva York (el tercero en tres años). Pretende servir de guía para los que estén interesados en visitar la ciudad y hacer viajar con la imaginación (el texto está lleno de enlaces, pretende ser entretenido y está acompañado de un montón de fotos) a aquellos que no han tenido la oportunidad de conocer esta fantástica ciudad.
(NOTA: la mayoría de las fotos se pueden ver en grande haciendo clic sobre ellas)
DÍA 1 (martes 29 de diciembre)
Este Fin de Año lo hemos celebrado en Nueva York. Ha sido nuestra tercera visita a la ciudad (la segunda en 2009) y hacíamos el viaje sin prisas, sin la necesidad acuciante del turista que tiene que ver absolutamente todo en tres o cuatro días (ese suelo ser yo).
Como el Pod Hotel (al que fuimos en las dos anteriores ocasiones) tenía en esas fechas los precios por las nubes, decidimos ir al Hampton Inn Manhattan Chelsea, que salía más económico y estaba mucho mejor situado. Y fue un acierto: una cama grande y muy cómoda, todo nuevo o renovado, limpio y, además, incluía un desayuno muy completo (aunque la reserva decía lo contrario) y WiFi gratis en la habitación.
Chelsea era ideal como base de operaciones, ya que la mayoría de las cosas que quería hacer estaban en el barrio o muy cerca. Lo primero fue ir a B&H a comprar un nuevo objetivo para la cámara, un flash de mano y una tarjeta de memoria. B&H es, quizá, el mejor sitio de NY para comprar una cámara y lo mejor es que los empleados saben lo que venden (si te asustan las aglomeraciones, no es tu tienda). Como llegamos por la tarde y hacía un frío horrible, después de las compras decidimos ir a cenar y acostarnos pronto. Cumplimos uno de los deseos de Fernando, que era comer las mejores pizzas de Nueva York: COMPANY, en la calle 24 con la novena avenida, es, si no la mejor, una de las mejores pizzerías de Manhattan.
DÍA 2 (miércoles 30 de diciembre)
El miércoles comenzó con un paseo por Chelsea, por la zona donde están la mayoría de las galerías de arte (en la de Steven Kasher había una magnífica exposición de fotografía –New York Sleeps– de Christopher Thomas), un par de buenas librerías, tiendas de ropa (de las caras), el Chelsea Market, buenos restaurantes (y el clásico Empire Diner) y el nuevo y flamante parque de la ciudad: The High Line.
Vista general de The High Line y el edificio IAC de Frank Gehry
The High Line era una antigua vía de tren elevada (construida entre 1929 y 1934), a media altura, por la que circularon trenes hasta 1980. Cuando en 1999 decidieron tirarla abajo, Joshua David y Robert Hammond decidieron que había que salvarla de alguna manera y de ahí surgió el proyecto del parque del que ya están abiertas las secciones 1 y 2 y que ha revitalizado la zona de Chelsea por la que discurre (es una nueva forma de ver la ciudad y de regenerar un espacio urbano que se gana para los ciudadanos). Junto al parque hay que destacar también el hotel The Standard, que es cruzado por la High Line literalmente y el IAC building, el edificio de Frank Gehry que se puede observar desde la antigua vía.
Tumbonas y bancos en el recorrido de The High Line
Después de este primer paseo, seguimos por Chelsea hacia el Soho, pasando por el Chelsea Market, Pastis (un restaurante famoso por salir en la serie Sexo en Nueva York y que es del mismo dueño que Balthazar, donde cenamos en Fin de Año). Recorrimos Bleecker Streeet, donde está Magnolia Bakery, Amy’s Bread (dos buenas pastelerías), dos
tiendas de discos interesantes (Bleecker Street Records y Rebel Rebel) y muchas tiendas de ropa. En West Houston Street con Varic Street está la tienda Alphaville, en la que se pueden encontrar juguetes antiguos, robots de hojalata, postales y objetos muy curiosos; merece la pena echarle un vistazo. Por cierto: me sorprendió que un miércoles a las 12 de la mañana, en un cine que estaba justo enfrente de Alphaville, la gente hiciera cola para ver una película.
El restaurante Pastis y unos grafitis muy originales en el edificio contiguo
Continuamos nuestro paseo por Prince Street y Spring Street (más tiendas de ropa, Kid Robot, Morrison Hotel, AppleStore Soho, etc.), y paramos para comer unas hamburguesas bastante ricas en Silver Spurs (en la esquina de Houston con LaGuardia). La tarde (después de un café –Fer un chocolate– en la tienda-cafetería de Alessi) fue para las compras, principalmente por Broadway (OMG, Levi’s, tiendas de zapatillas y vinilos en Other Music). Volvimos al hotel para dejar las bolsas y salimos de nuevo para el acontecimiento del día: el concierto de Patti Smith en el Bowery Ballroom.
Galería de fotografía Morrison Hotel y restaurante Balthazar (80 Prince Street)
Era el segundo de tres conciertos (todo el papel vendido) que daba Patti Smith los últimos días del año en Nueva York (ya casi una tradición) y, quizá, el más especial, porque estaba de cumpleaños. Primero tuvimos que soportar a los teloneros, un dúo de chica al piano y chico con xilófono que dormía a las ovejas (descubrimos el secreto: la chica era la hija de Patti Smith). Pero después del sopor llegó lo bueno. Una Patti Smith en plena forma fue interpretando clásicos de su repertorio con algunas canciones algo más actuales y versiones que sorprendieron a todos, como el Billy Jean de Michael Jackson o el Love Train de los O’Jays. La banda, en la que estaba el gran Lenny Kaye, tocó una versión del Powderfinger de Neil Young. Patti Smith leyó fragmentos de su nuevo libro, Just Kids, en el que narra su relación con el fotógrafo Robert Mapplethorpe, para presentar algunas de las canciones (el libro, por lo escuchado, tiene una pinta estupenda).
Y así terminó el segundo día de estancia en Nueva York, con un gran concierto y con, todavía, muchas cosas por hacer en los días siguientes.
CONTINUARÁ …/…