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Ann Beattie, David Kidd, escritores norteamericanos, Joyce Johnson, Libros, Literatura, Premio Nobel, Ricardo Menéndez Salmón, Richard Ford, Rodrigo Fresán, Saul Bellow, Thomas Pyncon, Wallace Stegner, William Maxwell, William Saroyan
«Estados Unidos está demasiado aislado, y es muy insular. No traducen lo suficiente y no participan en el gran diálogo de la literatura». Por eso, dice Horace Engdahl, secretario permanente de la Academia Sueca que concede el Premio Nobel, la literatura estadounidense no puede competir con la europea. Y lo dice, a través de una entrevista concedida a la agencia Associated Press, una semana antes de que el jurado falle el máximo galardón de la literatura.
Las declaraciones de Horace Engdahl que reproduzco de un artículo de El País del 1 de octubre (junto con esta otra perla: «la ignorancia es restrictiva») levantaron una fuerte polémica y me hicieron pensar, más que en la calidad de la literatura y de los escritores norteamericanos, en la deriva del Nobel. Teniendo en cuenta que en los últimos años el criterio para otorgar el galardón era ideológico (aunque a veces coincidían calidad y ese criterio) y a quién han premiado este año, los miembros de la Academia Sueca deberían limpiar la casa y no dedicarse a insultar a los demás. Para más inri, entre los últimos premiados destaca una americana que, desde mi punto de vista, es bastante mediocre: Toni Morrison (en el artículo de El País creían que era un hombre).
Y volviendo ahora a la literartura americana más o menos actual, sí que es verdad que es bastante localista y que, a los que no pertenecemos a la cultura anglosajona, nos resulta a veces muy difícil meternos en la historia y comprender el modo de ser de los personajes y el ambiente en que se desarrollan los relatos. Aún así, cuando una novela es buena, esos problemas se diluyen (y además, la literatura universal está cuajada de libros excepcionales con una visión totalmente localista).
Estos últimos años estoy descubriendo autores norteamericanos gracias a editoriales como Libros del Asteroide, que publica obras de David Kidd (Historias de Pekín es una delicia), Joyce Johnson, Wallace Stegner, William Maxwell o Ann Beattie (Postales de invierno, con un excelente prólogo de Rodrigo Fresán). También he leído últimamente Cosa de risa, de William Saroyan (editorial Acantilado) y relatos de James Thurber (también en Acantilado). Y a raíz de la crítica de Rodrigo Fresán de un libro de Fariña en el ABCD del pasado sábado, en la que hablaba de textos de culto, y de un texto de Ricardo Menéndez Salmón sobre Vida de Manolo, de Josep Plá, en el que comentaba que hay textos que parecen escritos en estado de gracia, me he comprado El arcoiris de gravedad, de Thomas Pynchon, y Carpe Diem, de Saul Bellow (nacido en Canadá, pero criado en los Estados Unidos). Por último, como también entraba en el debe alguna novela de Richard Ford, ayer fui a la Casa del Libro y me compré El periodista deportivo (Ford está considerado por muchos como el mejor escritor norteamericano en activo).
Cuando termine de leer todos los libros que os acabo de comentar, espero poder tener una visión más fundada de la literatura norteamericana actual 🙂
¿Qué autores norteamericos os gustan? ¿Paul Auster, Cormac McCarthy, Anne Tyler, Richard Ford, Philip Roth? ¿Qué opináis sobre la polémica que se ha originado con las declaraciones del miembro de la Academia Sueca?
Libros escritos en estado de gracia
También me gustaría hablar de libros escritos en estado de gracia. Menéndez Salmón nombra La muerte de Iván Ílich, de Lev Tolstói, La leyenda del Santo Bebedor, de Joseph Roth, o Carpe diem, de Saul Bellow. Yo añadiría, por ejemplo, El poder y la gloria, de Graham Greene.
¿Y vosotros?