Vista de la ciudad de Cefalú
Un niño en el puerto de Cefalú
El viernes, después de la visita al Castillo Maniace de Siracusa, emprendimos viaje a Cefalú, una pequeña localidad en la provincia de Palermo.
Cefalú es un precioso pueblo, muy turístico, que está delimitado por el mar y por una roca con forma de cabeza (de donde le viene el nombre). Por cierto: creo que es donde se rodó Cinema Paradiso.
Santa Maria della Catena e iglesia del Purgatorio
Bajando por las calles que dan al mar: vista del puerto y valcones con toldos a rayas.
Vista de Cefalú
El calor era casi insoportable, pero pasear por el puerto y la playa, por sus calles angostas y coloreadas por los toldos y toallas de los balcones, etc., merece siempre la pena.
Tras un primer paseo de reconocimiento (vimos algunas iglesias, pasamos por delante de la preciosa catedral, …), nos dirigimos a la Trattoria La Botte (via Veterani, 6), donde comí un excelente cuscús con pescado (aunque la comida es bastante buena, el calor en el local era insufrible –tenían el aire acondicionado al mínimo y no quisieron subirlo–, el servicio fue lentísimo y el precio algo alto). Después de comer, bajamos al puerto y dimos un paseo por el centro del pueblo, para dirigirnos finalmente a la plaza de la catedral, flanqueada por el palacio episcopal y el palacio Piraino, y protegida por la roca que delimita el pueblo.
Vistas de Cefalú
Catedral de Cefalú
Catedral de Cefalú
La fachada de la catedral tiene dos torres que le dan un aire más de fortaleza que de templo. El interior, precioso, tiene mosaicos bizantinos y está presidido por un espléndido Cristo Pantocrátor (mediados del s. XII). Se divide en tres naves separadas por 16 columnas tomadas de edificios de la antigüedad, que sostienen una serie de arcos apuntados. Las paredes laterales están cubiertas de mosaicos de mediados del s. XIII.
Cristo Poantocrátor. Catedral de Cefalú
Palacio episcopal y puesto de fruta en Cefalú.
Piazza Vittorio Emanuele. Fuente del Tritón.
Una vez terminada la visita e Cefalú, seguimos el viaje camino de Palermo. El caos que había a la entrada de la ciudad (además era viernes) nos disuadió de parar allí (queda para el siguiente viaje a la isla) y decidimos continuar hasta la cercana población de Monreale.
Un antiguo refrán siciliano dice que «quien va a Palermo y no ve Monreale, va asno y vuelve borrico«. Y es verdad que no tiene perdón perderse una de las catedrales más impresionantes que he visto. En el centro del pueblo está la piazza Vittorio Emanuele, con la fuente del Tritón en su centro; y allí se encuentra la catedral, con su fachada mirando a la piazza Guillermo II.
Ábside y torre de la catedral de Monreale.
Interior de la catedral de Monreale.
Catedral de Monreale
Interior de la catedral de Monreale.
Fachada de la catedral de Monreale
La catedral, ejemplo del arte normando en Sicilia, es una síntesis de elementos clásicos, nórdicos, árabes y bizantinos. Los osaicos del interior del templo son apabullantes y uno se podría pasar horas admirándolos. Pero no se puede ver la catedral por dentro y no dar un rodeo a la misma para ver los ábsides, ni dejar de entrar en su claustro del siglo XII (la única zona de pago): sus 228 columnas de mármol pareadas –alternando las lisas con las decoradas con mosaicos–, los maravillosos capiteles, la preciosa fuente rodeada por el «chiostrino», etc., hacen que sea una visita imprescindible.
Claustro de la catedral de Monreale: detalles de las columnas, fuente, etc.
Detalle de capitel. Claustro de la catedral de Monreale.
Una tradición romana.
Terminada la visita a Monreale, y después de habermos tomado un refresco en una terraza de la plaza de la catedral, continuamos el viaje hasta el punto de destino: Trapani.
Como ya era tarde, nos fuimos a cenar de nuevo a Pizza Calvino y después dimos un agradable paseo por el centro de la ciudad y por el paseo marítimo.
Navegando rumbo a Lévanzo y vista del Castello della Colombaia.
El sábado lo dedicamos a la navegación. Terence, un inglés que tiene un bonito barco de vela y que lleva más de un año viviendo en Trapani con su hijo (en su barco), nos llevó hasta la isla de Lévanzo (la más agreste de las islas Égades).
Pasamos el día bañándonos en altamar, en unas aguas con un azul impresionante. A medidodía, Terence nos preparó la comida en el barco (una ensalada, un risoto y un poco de fruta). Después nos dimos un último chapuzón y pusimos rumbo a Trapani. La vuelta fue algo accidentada porque el mar estaba muy picado (preguntadle a Fernando qué tal lo pasó).
Por la tarde aproveché para ver el centro de Trapani a fondo: la iglesia del Purgatorio, el Palacio del Senado, la torre del Reloj, la catedral de San Lorenzo, la Iglesia del Colegio, el mercado de pescado, la torre de Ligny, etc.
Palacio del Senado e iglesia del Purgatorio.
La iglesia del Purgatorio (s. XVIII), obra del arquitecto Pietro Castro, guarda en su interior 20 grupos de estatuas que representan la Pasión de Cristo y que utizan para la famosa procesión de Viernes Santo, de la Semana Santa de Trapani.
Paso de Semana Santa (iglesia del Purgatorio) y Torre del Reloj.
El palacio del Senado (1696), junto a la torre del Reloj (s. XIII) –sobre la Porta Oscura, una de las antiguas entradas de la ciudad–, preside la via Vittorio Emanuele, la calle principal de la época catalana.
La iglesia del Colegio (siglo XVIII) –una de las muestras de arte de estilo barroco más impresionantes de Trapani– tiene en el altar mayor un relieve de mármol de la Inmaculada, obra maestra de Ignazio Marabitti.
Iglesia del Colegio (fachada, altar mayor, sacristía, etc.).
La catedral de San Lorenzo fue levantada en 1635, sobre otro templo, y tiene una fachada y un interior de estilo barroco.
Catedral de San Lorenzo (Trapani)
Atardecer en Trapani.
Mercado del pescado (Trapani)
Piazza Garibaldi y antiguo Gran Hotel, puesto típico de venta ambulante y patio del palacio Berardo Ferro.
Por la noche dimos un último paseo por la ciudad y cenamos, de nuevo, en la estupenda Trattoria Fontana –tomé, quizá, los langostinos más ricos que he probado nunca–; allí conocimos a una familia catalana encantadora: como estoy trabajando actualmente en Barcelona, se ofrecieron a enseñarnos la ciudad y los locales más interesantes. Ella trabaja en El Mundo Deportivo y, según me han comentado mis compañeros de trabajo, sale en tertulias deportivas de TV3 y es un personaje conocido en la ciudad.
Embarcadero, junto a la isla de Mozia.
Salinas
Y ya sólo quedaba la mañana del domingo. Como está muy cerca del aeropuerto, nos acercamos a Mozia (a la laguna donde está la isla de San Leo) y a las salinas y Reserva Natural dello Stagnone (muy cerca de Marsala). Las salinas las comenzaron a explotar los fenicios, aprovechando las aguas bajas y tranquilas del lugar. Es una preciosa para recorrer, fundamentalmente, al atardecer. Aún quedan en pie tres molinos, aunque la actividad cada día es menor y se está convirtiendo en una atracción meramente turística.
Salinas y Reserva Natural dello Stagnone
Después de la visita a las salinas, nos pusimos camino del aeropuerto para coger el avión que nos traería de nuevo a Madrid. No sé cuándo será, pero seguro que volveremos Sicilia (¡nos queda tanto que ver!).