El miércoles, después de la visita a la zona arqueológica de Siracusa, nos pusimos rumbo a Marzamemi para disfrutar de unas horas de playa. Es una pena que no sacara la cámara del coche, pero os aseguro que merece la pena. Alquilamos una sombrilla y tumbonas en el Agua Beach Resort y aprovechamos para comer allí (había un servicio de bar/restaurante en la propia playa que estaba muy bien).
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– La zona de alrededor del pequeño puerto de Marzamemi son terrazas y restaurantes para los turistas, pero los edificios antiguos mantienen el encanto del lugar.
Antes de proseguir nuestro viaje hasta Módica, hicimos una muy corta parada en el pueblecito de Marzamemi (tan corta, que fui el único que bajó del coche) y aproveché para hacer alguna foto (todas son de la zona de alrededor del puerto).
Módica es, junto a Ragusa o Noto, uno de los pueblos que hay que visitar de la Sicilia oriental. Hay que tener buenas piernas (desde que se baja del coche, uno no para de subir y bajar escaleras), pero las iglesias y las vistas merecen la pena. ¡Ah, y que no me olvide del chocolate!
Comenzamos la visita en el corso Umberto I (aparcamos cerca del palazzo San Domenico) y la primera parada fue en la chiesa di San Pietro. Se accede a la catedral por una escalinata adornada con las imágenes de los doce apóstoles. Su interior –tres naves separadas por doce columnas– es espléndido, como casi todas las iglesias sicilianas (siempre me sorprenden los altares y retablos barrocos hasta la extenuación y los preciosos órganos que tienen la mayoría de estas iglesias).
– Altar y órgano de San Pietro.
Después de ver San Pietro pasamos por delante del Teatro Garibaldi y comenzamos el ascenso hasta San Giorgio, donde estaban celebrando una boda, por unas preciosas callejuelas. La antigua iglesia del siglo XI fue destruida en el terremoto de 1613, se reconstruyó y volvió a ser restaurada después del seísmo de 1693. La escalinata de acceso, la fachada y el interior de cinco naves son dignos de ver (la fachada, con su torre, está presente en cualquier foto que se haga desde los miradores que están a las afueras de la ciudad).
Al salir de la iglesia, hicimos algunas fotos de las espectaculares vistas y bajamos por otras callejuelas hasta Santa Maria di Betlem –un edificio del siglo XV, que fue reformado en varias ocasiones–, una de las iglesias más importantes de Módica.
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– Iglesia de San Giorgio: Vista de la torre de la fachada y del interior.
– Iglesia de San Giorgio: La novia subiendo las escalinatas y vista de Módica con la iglesia a la derecha.
Como estábamos cansados y ya casi sin tiempo, nos sentamos en una terracita frente a la iglesia a tomar unas cervezas y después cruzamos la calle para comprar chocolate en La Dolce Contea, una de las muchas tiendas que venden este típico producto de la zona.
Cogimos de nuevo el coche para ir a Ragusa, otra de las ciudades barrocas de la Sicilia oriental que son de visita obligada. Reservamos en el hotel Montreal, y fue todo un acierto: muy bien situado en la Ragusa superior (muy cerca de las escaleras de bajada a la Ragusa Ibla), con unas habitaciones limpias y amplias, con parking y muy barato.
Como ya era muy tarde, decidimos ir a cenar y dejar la visita cultural para la mañana siguiente. Pero tuvimos la mala idea de ir andando hasta el restaurante, que estaba en la Ragusa Ibla. Hay casi 250 peldaños dispuestos de la manera más incómoda posible y que después ¡¡hay que volver a subir!!
Aún así, ver Ragusa Ibla por la noche, toda iluminada, merece la pena. Cenamos en Il Barocco, un restaurante agradable, en el que se come bastante bien y muy barato. Después volvimos al hotel, pero de la subida de las escaleritas prefiero no decir nada.
– Fachada de la iglesia del Purgatorio y Cristina y Fernando disfrutando de la cena en Il Baroco.
Por la mañana, y con el coche, bajamos hasta Ragusa Ibla y comenzamos la visita (tras el seísmo de 1693, Ragusa Ibla se reedificó, pero quedó apartada del crecimiento y de la actividad de la Ragusa superior, el nuevo asentamiento levantado tras el terremoto). Merece la pena hacer un paseo completo por la pequeña ciudad, empezando por la iglesia del Purgatorio (está en la piazza della Repubblica, junto al palacio Cosentini, el palacio de la Cancelleria y la iglesia de Santa Maria dell’Idria), la catedral de San Giorgio y terminando en el Jardín Ibleo.
La catedral de San Giorgio (1738-1775) está en la parte más elevada de la piazza del Duomo. Es una de las mejores muestras del barroco siciliano, y su arquitecto fue Rosario Gagliardi.
– Interior de San Giorgio.
Descendiendo desde la catedral, nos encontramos a la izquierda con la fachada neoclásica del club privado Circolo de Conversazione (construido en 1850 por los nobles de Ragusa para cultivar el placer de la charla) y con el palacio Donnafugata.
Enseguida llegamos a la piazza Pola, presidida por la iglesia de San Giuseppe, de planta elíptica. Y desde allí seguimos bajando hasta llegar a la piazza Odierna, donde comienza el jardín Ibleo. Antes, nos acercamos a ver el pórtico de San Giorgio Vecchio, lo único que queda en pie de la iglesia normanda de San Giorgio, destruida por el terremoto.
– Interior de la iglesia de San Giuseppe.
El jardín Ibleo es un lugar fantástico para pasear y descansar un rato. A su entrada está la iglesia de San Domenico, y ya en el interior la de San Giacomo (del siglo XIV) y el convento de los capuchinos.
– Jardín Ibleo.
– Iglesia de San Giacomo, en el jardín Ibleo, y pórtico de San Giorgio Vecchio.
En el jardín terminó visita a Ragusa. Era ya el último día del viaje y cogimos el coche para volver a Catania, una de mis ciudades preferidas de Sicilia que, en este viaje, redescubrimos. Llegamos con el tiempo justo para comer y decidimos acercarnos a la Trattoria La Paglia (via Pardo, 23, en el mercado del pescado), a la que ya habíamos ido el anterior viaje. Después fuimos a descansar al hotel. Por la tarde, dimos un buen paseo por la ciudad, vimos tiendas curiosas de las que ya no quedan en las grandes ciudades y paramos a tomarnos unas cervezas en Da Vicenzo, en la agradable piazza Mazzini.
– Tienda de café, con la tostadora en funcionamiento, y tienda de alimentación.
– Paseando por Catania.
Por la noche cenamos en un coqueto patio interior ajardinado: Al Cortile Alessi es una pizzería que está casi escondida en via Alessi y que merece la pena visitar (por el local y por la comida).
Después de la cena dimos otro agradable paseo por Catania hasta el hotel. Era nuestra última noche en Sicilia. Por la mañana devolvimos el coche en el aeropuerto y cogimos nuestro vuelo a Madrid.
¿Volveremos a Sicilia este 2014? ¡No será por falta de ganas!
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– Via Alessi y patio interior de la pizzería Al Cortile Alessi.