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El sábado nos levantamos temprano para aprovechar el día en Potsdam. Desayunamos y cogimos el tren hasta la parada más cercana al Parque de Sanssouci.
En el Parque de Sanssouci hay un conjunto de palacios y jardines que se comenzaron a construir durante el reinado de Federico el Grande (s. XVIII) y que fueron ampliados por Federico Guillermo IV en el siglo XIX. Los deseos de Federico el Grande eran los de un hombre «sencillo»: no tener preocupaciones, estar sans souci. Y así mandó construir entre 1745 y 1747 el palacio de verano de Sanssouci, en las conocidas terrazas de viñedos (el palacio lo terminó Georg Wenzeslaus Knobelsdorff). La visita de todos los palacios y edificios –el Nuevo Palacio, las Nuevas Cámaras, la Casa China, la Orangerie, el Palacio de Charlottenhof, el palacio Sanssouci, …–, así como las dimensiones del parque, hacen que se necesiten varias jornadas para verlo todo con el suficiente detenimiento. Nosotros decidimos ver el Nuevo Palacio, el Palacio Sanssouci y la Casa China, además de dar un largo paseo por el excelente parque y ver parte de los demás edificios sólo desde el exterior.
– Habitaciones y salones del Palacio Nuevo de Sanssouci.
Empezamos nuestra visita en el Palacio Nuevo de Sanssouci, que Federico el Grande hizo construir entre 1763 y 1769. Sus salones, el teatro y la galería de Pesne son ejemplos del rococó federiciano. Los edificios adyacentes al palacio, los Communs, son actualmente una de las sedes de la Universidad de Potsdam.
– Paseando por el Parque Sanssouci.
– Interior de la Casa China.
Tras la visita al palacio, dimos un paseo por el parque hasta llegar a la Casa China. El edificio fue construido entre 1754 y 1757. Servía para pequeños eventos sociales y su estilo es una mezcla de rococó y arquitectura oriental.
– Cris y Fer en un banco del parque, y vista del molino histórico.
Después de la visita a la Casa China, paseamos por el Sizilianischer Garten, vimos por fuera el molino (es de 1791, aunque se reconstruyó en 1993, debido a un incendio) y llegamos hasta el Palacio Sanssouci.
– Interior del Palacio Sanssouci. Esculturas.
– Biblioteca y habitación del Palacio Sanssouci.
El Palacio Sanssouci, aunque se supone la joya del parque, es pequeño (de una sola planta y con 10 habitaciones) y se ve en poco tiempo. De todos modos, después se pueden disfrutar los jardines con los viñedos, que son espectaculares.
– Vistas del palacio, los jardines y los viñedos.
Se acercaba la hora de comer, así que nos fuimos andando hasta el centro de Potsdam y comimos en Lindner (Jägerstraße 16, Potsdam), un sitio de comida para llevar, aunque también se puede tomar allí (es lo que hicimos), y pastelería (todavía recuerdo lo rica que estaba la lasaña de jamón serrano y mozzarella y el postre).
Después de la comida dimos un paseo por el centro de Potsdam. Salvo el barrio holandés, que tiene encanto, el resto es demasiado «bonito» y con pinta de prefabricado (pensado, obviamente, para el turismo). Me quedo, sin duda, con la parte de los palacios.
Volvimos a Berlín ya avanzada la tarde y fuimos a cenar al Cordobar (Große Hamburger Str. 32), una vinoteca-restaurante con raciones muy ricas e interesantes (aunque caras) y unos vinos todavía más caros (además, el esnobismo de los camareros con el tema de los vinos es de hacérselo mirar –¡y eso que nos trajeron uno con tapa de rosca, como el antiguo Savin!–). Por lo demás, el sitio es agradable y tiene un patio interior ajardinado muy apetecible (y con ratoncito incluido dando una vuelta por el mismo).
– Vistas del interior de la cúpula del Reichstag.
Nos pasamos toda la cena mirando el reloj, porque teníamos pase para la cúpula del Reichstag a las 10 de la noche (la última hora). No habíamos podido ir los días anteriores porque estaba cerrada por trabajos de mantenimiento. Fue una dura caminata-carrera por las márgenes del río, pero conseguimos llegar a tiempo (lo hicimos en 15 minutos). Al final, sudando como pollos, pudimos admirar de nuevo –primera visita nocturna– la obra de Norman Foster. Esta última visita me sirvió también para comprobar lo bien que funciona la nueva compacta de Sony (Sony RX100 III) en condiciones de poca luz. AQUÍ podéis leer la reseña que escribí en la web de Sony (es la que tiene la foto de la cúpula del Reichstag).
Así terminaba el muy completo sábado (bueno, ahora no recuerdo si con vuelta al hotel en metro o con un nuevo paseo).
El domingo, último día en Berlín (el lunes por la mañana volvíamos a Madrid), lo habíamos planteado como un jornada de relativo relax. Empezamos con un muy buen desayuno en el Café Krone (Oderbergerstraße, 38), en el distrito de Pretzlauer Berg.
– Interior del Café Krone y vista de Oderbergerstraße.
Después del desayuno fuimos al mercadillo de Mauerpark, donde se puede encontrar de todo (discos, ropa, cámaras antiguas, bisutería, etc.). Nosotros compramos un par de bolsas de tela con un dibujo muy chulo (de las oficiales del propio mercadillo) y unos clicks de Playmobil (para el sobrino, para nuestra colección y para un regalo). Además de los puestos, mucha gente suele ofrecer conciertos en el parque y familias enteras se sientan alrededor de los grupos para escuchar su música.
– Los niños disfrutan de los conciertos en Mauerpark y en una estación de metro cercana.
Hasta la hora de comer, decidimos dar un paseo por la zona: nos acercamos al Kulturbrauerei para que Cris conociera el complejo (una antigua fábrica de cerveza del siglo XIX transformada en centro de ocio y cultural –como el Matadero, pero con muchas más actividades–), pasamos por la Kollwitzplatz, descansamos un rato en el jardín junto a la Wasserturm (el depósito de agua más antiguo de Berlín –1877–, actualmente convertido en un complejo de viviendas), nos tomamos una cerveza en una terraza y subimos a la Zionskirche (una iglesia de 1872, de la que podéis leer su historia en AQUÍ).
– Entrada a la Zionskirche y vista desde lo alto de la iglesia.
Comimos en W der Imbiss, un pequeño restaurante en Kastanienallee 49, cuya cocina es una fusión de la de varios países (es principalmente vegetariana) y que es famoso por sus Naan Pizzas.
Comimos en la terraza, como siempre, acosados por un montón de avispas (seguro que no hacen nada, pero es difícil comer tranquilo con una en la oreja, otra en el plato y dos o tres en la bebida).
– Ni un reproductor de música ni una escena de 2001: señalética de una sala y cúpula del edificio de la Gemäldegalerie.
Después de comer fuimos al Kulturforum, principalemente a la Gemäldegalerie, ya que no pude visitarla en mis anteriores visitas a Berlín. En la Gemaldegalerie tiene pintura de los siglos XIII al XVIII, de artistas como Jan van Eyck, Pieter Bruegel, Albrecht Dürer, Rafael, Tiziano, Caravaggio, Peter Paul Rubens, o Rembrandt.
Como ya estábamos allí y teníamos tiempo, nos acercamos también a la Neue Nationalgalerie (el edificio es de Mies van der Rohe). Tuvimos la suerte de que acababan de inaugurar la tercera parte (cubre de 1968 a 2000) de las exposiciones dedicadas al fondo de arte moderno del museo. Pudimos ver obras (pintura, fotografía, instalaciones, etc.) de Barnett Newman, Joseph Beuys, Andy Warhol, Sophie Calle, Werner Tübke, Rebecca Horn, Andreas Gursky, Gerhard Richter, Franz Gertsch, o Wolfgang Tillmans.
Con la visita a la Neue Nationalgalerie terminaban prácticamente nuestras vacaciones en Berlín. En el paseo de vuelta al hotel pasamos por delante de la Filarmónica de Berlín, la iglesia de San Mateo, la escultura de los boxeadores de Keith Haring, …
– Filarmónica de Berlín y escultura «los boxeadores», de Keith Haring.
Sólo quedaba cenar, y tuvimos el acierto de ir al Berliner Prater Garten (en la misma zona donde habíamos desayunado), un jardín de cerveza y un restaurante en el que cenamos estupendamente (como siempre, lo mejor son los escalopes de ternera).
Seguro que muy pronto volveremos, porque, aunque ya era mi cuarta visita, todavía me queda mucho por ver y disfrutar de una de mis ciudades preferidas. ¡Hasta pronto, Berlín!
– Fer en el biergarten e interior del restaurante.