
Detalle de la Puerta de Brandemburgo (foto de 2008).
Comienzo hoy a escribir la crónica de mi tercera visita a Berlín, una de las ciudades en las que me gustaría vivir. Decir Berlín es decir bicicletas, parques, terrazas y bares, museos, galerías de arte, tiendas, arquitectura, … Berlín tiene casi de todo (menos aire acondicionado y pago con tarjeta de crédito), aunque normalmente le sobra lluvia y le falta un poco de sol. En este viaje no nos ha faltado sol (un calor casi insoportable por la humedad) y nos ha respetado la lluvia (salvo al final del viaje). Además, aunque ha sido bastante relajado, hemos hecho de todo y, lo más importante, lo hemos disfrutado de verdad.
Antes de empezar con la crónica, os recomiendo algunas cosas. Por una parte, está bien llevar alguna guía. «Cheap & Chic. Berlín a bajo precio«, de Geoplaneta, es una muy buena elección para los que queremos algo práctico: sitios para comer, para salir, para compras, locales de moda y una pincelada de lo más importante (dejando de lado las típicas recomendaciones de las guías clásicas, que suelen ser una mezcla de caspa y de precios desorbitados). También es bueno llevar un mapa y, aunque en todos los hoteles y hostales suelen tener uno gratuito (patrocinado por KaDeWe, que sería el equivalente a los de El Corte Inglés), uno bueno es el Planoguía Berlín (trae información de restaurantes, tiendas, museos, etc.), que tiene un formato genial, aunque se suele quedar corto si nos movemos lejos del centro. Lo que hay que ver obligatoriamente lo podemos encontrar en cualquier web, como en www.visitberlin.de. Otra opción muy completa es Time Out Berlin, aunque prefiero sitios que se salen de lo típico y ofrecen información mucho más interesante, como Unlike City Guides, una referencia casi obligada.
Respecto del transporte, lo mejor es comprar un abono para los días que vayáis a estar en la ciudad, para las zonas A y B. (hay varias opciones). Cubre metro, tren y autobús al aeropuerto de Tegel. Hay una Welcomecard que incluye descuentos en museos, tiendas, restaurantes, etc., pero normalmente no la aceptan en los sitios más interesantes y, además, en los museos el descuento suele ser mínimo y no vale para las exposiciones temporales (las que solemos ver).
Terminadas las recomendaciones, comienzo ya a contaros el viaje, no sin antes advertir que es la tercera vez que voy a la capital alemana, por lo que muchas de las cosas fundamentales, muy probablemente, no las voy a comentar.
DÍA 1: MARTES

Fernando, en la isla de los museos. El Ayuntamiento al fondo e, irremediablemente, también sale la torre de TV.
Llegamos a Berlín a las 12 de la mañana, con Iberia, al aeropuerto de Tegel. Desde allí cogimos el bus hasta el metro, para bajarnos finalmente en Rosenthaler Platz, donde está el Circus Hotel. Era la primera vez que íbamos a este hotel (anteriormente habíamos ido al Novotel Berlin-Mitte, que está muy bien y es del mismo precio o algo más barato), y lo escogimos por la ubicación y por el ambiente (está pensado para gente joven –también tienen hostal y apartamentos–, tiene una terracita muy chula y el trato es muy bueno).
Como era un poco tarde y no encontrábamos el restaurante que nos recomendó la de recepción (Il Due Forni), acabamos en la pizzería La Cucina, que está enfrente del White Trash Fast Food (de este hablaré más tarde). Pizzas decentes y cervezas.
La tarde la dedicamos a dar una vuelta por el barrio de Mitte, que ya conocíamos.

La primera parada del paseo fue delante del Volksbühne Berlin, teatro construido entre 1913 y 1914 bajo diseños de Oskar Kaufmann, con esculturas de Franz Metzner, y reconstruido después de la Segunda Guerra Mundial, entre 1950 y 1954, de acuerdo a los diseños de Hans Richter.

El teatro Volksbühne Berlin, en la plaza Rosa-Luxemburg.
Desde el teatro, continuamos por Rosa-Luxemburg-Straße, Münzstraße y Rosenthaler Straße, camino de Oranienburger Straße. Paramos en Hackesche Höfe, una especie de centro comercial y cultural (pequeñas tiendas, cines, restaurantes y un teatro, distribuidos en varios patios interiores) que es monumento histórico.

El centro comercial Hackesche Höfe.

Nueva Sinagoga.
Oranienburger Straße la recorrimos en ambos sentidos (aunque antes nos acercamos hasta la isla de los museos, a la zona donde está el Bode Museum): primero hasta Tacheles (ese miniparque temático de casa «okupa» con artistas que es ya un producto comercial más), parando en la Nueva Sinagoga (un edificio de la segunda mitad del siglo XIX) y en Monbijoupark (uno de los innumerables y excelentes parques de Berlín); y de vuelta haciendo una parada en C/O Berlin, una galería de arte en un precioso edificio del s. XIX que fue Oficina de Correos, donde pudimos ver una exposición de fotografía de Larry Clark.

C/O Berlin, una estupenda galería de fotografía donde siempre hay exposiciones que merecen la pena.

– El museo Bode y un coche pintoresco, aparcado muy cerca del museo.

Terraza del Café Bravo
Después de la exposición, hicimos el camino de vuelta al hotel por una de las calles más interesantes, Auguststraße, en la que hay una serie de cafés y galerías muy interesantes. Paramos en el número 69, donde se encuentra el KW Institute for Contemporary Art y su Café Bravo (típico café de Berlín con terraza en un patio interior). Después fuimos a ME Collectors Room, una galería de arte, tienda y café en la que había una exposición de la colección de juguetes de Selim Varol (el tema principal de su colección es el arte pop y, principalmente, los muñecos de vinilo).

– Entrada al centro de arte KW y grafiti en Tacheles.

– Café y exterior del ME Collectors Room, donde se puede ver la exposición de juguetes de arte de Selim Varol.
Un poco más adelante, también en Auguststraße, está el Clärchens Ballhaus, un curioso local que es salón de baile, restaurante gitano y café con jardín, donde se mezcla gente de todas las edades y condición.

Café-jardín del Clärchens Ballhaus.
El paseo ya se estaba haciendo demasiado largo, así que volvimos hasta el hotel a reponer fuerzas antes de la cena. Subimos a la coqueta terraza del Circus para tumbarnos en unas hamacas con un par de cervezas y disfrutar del atardecer.

Terraza del hotel Circus (obviamente, tenía que salir la torre de TV en la foto) 🙂
Para cenar, preguntamos en el hotel a otra recepcionista por un alemán que estuviera bien de precio, fuera chulo y no estuviera muy lejos, Y así, terminamos en Schwarzwaldstuben, en el 48 de Tucholskystraße. Cenamos en la terraza platos alemanes (para ser cocina alemana, no estaba nada mal) y un postre compartido (el único que tenian, pero estaba muy rico).

El restaurante Schwarzwaldstuben, un buen alemán en el 48 de Tucholskystraße.
Tocaba ya retirarse a dormir, porque el miércoles iba a ser un día de parques y bicicleta. Pero eso ya es materia de la segunda parte de la crónica.
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