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DÍA 2: MIÉRCOLES

Junto con el Tiergarten, Treptowerpark es uno de los parques de Berlín de visita obligada.

Fernando, con la bici alquilada para recorrer Treptower Park.

El miércoles habíamos planeado dar una vuelta por Treptower Park (recomendación de Guillermo). Como quedaba un poco lejos y es enorme, decidimos que lo mejor era alquilar una bicicleta. A pesar del calor y de que hacía más de quince años que no montaba en una, fue una buena idea.

Después de desayunar, cogimos el metro hasta Schlesisches Tor y alquilamos un par de bicicletas en una de las primeras tiendas que vimos en la zona (Berlín está lleno de sitio de alquiler de bicicletas, con precios que oscilan entre 8 y 10€/día).

En el parque Treptower hay un monumento muy soviético (por características y dimensiones), que honra a los soldados del Ejército Rojo que lucharon contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Es espectacular por dimensiones y el entorno es una delicia para pasear o para andar en bici.

 

 

– El Memorial de Treptowerpark es espectacular por sus dimensiones y por lo «soviético» que es.

Lago del Treptowerpark.

Después de ver el monumento, continuamos en bici hasta el lago que hay en el mismo parque y, a continuación, nos acercamos hasta el Spreepark, un parque de atracciones abandonado que tiene mucho encanto (sólo fotografié la noria porque tenía pocas ganas de saltar la valla, pero podéis encontrar fotos en Internet).

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– La noria del abandonado parque de atracciones Spreepark y una embarcación por el Spree (Treptower Park).

Fuente en Neue Krugallee 4.

Iniciamos el camino de vuelta por la zona del parque que linda con el río, hasta llegar al Badeschiff, la piscina que flota en el Spree y a la que se accede por un pantalán (forma parte de un complejo de ocio nocturno). Como estaba hasta arriba de gente y había cola, aprovechamos para hacer un par de fotos a la escultura de Jonathan Borofsky «Molecule Man» y para buscar un sitio donde comer. Pasamos por el Freischwimmer, un restaurante a orillas de uno de los canales, pero decidimos seguir mirando sitios y, al final, nos decantamos por el restaurante del hotel Michelberger (habíamos mirado el hotel para este viaje, pero al final no nos convenció de todo su ubicación).

La piscina del Badeschiff es un buen lugar para refrescarse cuando aprieta el calor en Berlín (en invierno, la cubren y se convierte en una sauna).

 

– La escultura Molecule Man en medio del Spree, y el restaurante Freischwimmer, en Vor dem Schlesischen Tor 2a.

Comiendo en el Michelberger.

Después de una típica comida alemana en un patio muy agradable, tomamos el postre en Honolulú, la cafetería del hotel (es, curiosamente, un sitio que me había recomendado Mario sin saber que pertenecía al hotel). Allí estuvios hablando con una camarera española que lleva cuatro años trabajando en Berlín y que nos recomendó el italiano donde iríamos a cenar por la noche.

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– Interior del hotel Michelberger.

Entrada de Honolulu, el bar del hotel Michelberger.

Edificio pintoresco en Falckensteinstraße.

Terminada la sobremesa, pusimos rumbo de nuevo a Schlesisches Tor, cruzando el Oberbaumbrücke, para devolver las bicicletas. Aproveché para fotografiar el edificio de Álvaro de Siza que le gusta a Guillermo y en el que el propio arquitecto, al verlo finalizado, escribió con sus manos en francés en la parte superior: «Buenos días, tristeza». Por cierto: buscando datos del edificio, encontré este interesante artículo de 2003.

 

– Dos vistas del Oberbaumbrücke.

«Bonjour, tristesse».

El inevitable descanso de media tarde.

Bajamos dando un paseo hasta Oranienstraße (pasamos por delante de 1001 Falafel –otra recomendación de Guillermo que no pudimos probar–), entramos en una tienda de vinilos y paseamos por esta y otras calles del barrio de Kreutzberg) y cogimos el metro en Kottbusser Tor para volver al hotel a descansar (obviamente, volvió a tocar terracita y cervezas).

Esta terraza que veíamos desde la del hotel se merecía una foto.

 

– El metro elevado en Schlesisches Tor y escaparate de una tienda de vinos en la placita de Oranienstraße.

Por la noche volvimos otra vez al barrio de Kreutzberg, para cenar en un italiano muy chulo, Il Casolare, que tiene una terraza frente al Admiralbrücke (hay que ir antes de las 10 para poder cenar en la terraza). En esta zona del canal, la gente se reúne todas las noches a tomar cervezas y hay un gran ambiente.

 

– Vista desde el Admiralbrücke  e interior del restaurante Il Casolare.

Con la cena en Il Casolare y un paseo hasta el metro más cercano terminó el segundo día en Berlín. El jueves iba a comenzar en la isla de los museos, pero eso será material de la tercera parte de la crónica.

P.D.: En el barrio de Kreutzberg, y en general en todo Berlín, los grafitis están al orden del día. Como hice fotos a muchos, he decidido hacer una entrada dedicada a ellos cuando termine la crónica del viaje.

Haciendo el payaso por Oranienstraße.