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Aquí empieza el relato de nuestro quinto viaje a la ciudad de Nueva York, que en esta ocasión ha vuelto a coincidir en primavera (la mejor época del año para disfrutar de esta ciudad y de casi todas).
Como en las dos anteriores visitas, decidimos alojarnos en el Hampton Inn Manhattan Chelsea, un hotel muy céntrico, con habitaciones y camas amplias y con un precio bastante bueno si lo comparamos con otros hoteles de su categoría (además, incluye el desayuno).
Llegamos al JFK, en un vuelo de Air France operado por Delta, el jueves 5 de abril sobre las 12 de la mañana, pero el control de aduana y un pequeño problema en el Air Train hizo que perdiéramos como hora y media. Para el primer día ya teníamos un concierto en la agenda, pero ya sabíamos que no iba a dar para mucho más.
Aprovechando que un compañero de trabajo me había encargado una cámara, después de dejar las maletas en el hotel nos acercamos dando un paseo hasta B&H Photo, un emporio judío de la fotografía. Paramos antes en Macy’s (los grandes almacenes por antonomasia) para comprar un regalo al ahijado de Fernando, e hicimos un par de fotos al Empire State Building (desde esa altura de la calle 34 y, sobre todo, de la 33, hay una excelente vista del hasta ayer rascacielos más alto de Nueva York).
Realizadas las compras, decidimos que lo mejor era una comida-merienda-cena antes del concierto de Perfume Genius en Brooklyn. Uno de nuestros restaurantes favoritos (que, además, está cerca del hotel) es Company, una pizzería excelente gracias a la cual descubrí en nuestro anterior viaje un objeto que os enseñaré más adelante.
Tras la pizza Popeye y una jarra de cerveza Ommegang, nos dirigimos al hotel a dejar las cosas y a cambiarnos, para, acto seguido, coger el metro hasta Brooklyn.
El concierto era en The Glasslands Gallery, un sitio muy cutre de Williamsburg en el que hay muy buen ambiente y mejores conciertos (normalmente de grupos de la escena indie poco conocidos o que están empezando). Llegamos demasiado pronto, incluso para ver a los teloneros (Parenthetical Girls), lo que nos permitió fijarnos en el local: un fotomatón en una esquina, un primer piso-balcón que parecía que se iba a caer en cualquier momento, un escenario decorado como para una función colegial, una nevera destartalada con un papel sujetado con pegamento indicando dónde estaba el WC, … Aún así, el garito tenía su encanto. Los Parenthetical Girls, a los que no conocía, me engancharon con su sonido mezcla de cabaret y glam, y Perfume Genius, al que ya había escuchado un par de veces, tuvo que pelear con el concierto hardcore de la sala de al lado, pero les ganó la partida.
– Parenthetical Girls y Perfume Genius en The Glasslands Gallery.
Otra curiosidad de la noche fue la presencia en la sala (a menos de dos metros de nosotros) de Michael Stipe y del cantante de The Pains Of Being Pure At Heart, pero todo esto y mucho más lo podéis leer con mucho más detalle en la crónica de los conciertos que Fer escribió para Indienauta.com y que va acompañada de mis fotos (pinchad AQUÍ para acceder a ella).
Con el concierto en The Glasslands Gallery se terminaba el primer día en Nueva York. En el hotel habíamos dejado un mensaje a Cristina y a Manuela, que habían llegado más tarde en otro avión, para quedar con ellas el viernes por la mañana.
– Cris y Manuela delante de The Pace Gallery y detalle de la exposición en Bertrand Delacroix Gallery.
– En Chelsea, hasta los garajes tienen «arte».
Comenzamos el viernes visitando a zona de Chelsea. Fuimos a algunas galerías de arte como The Pace Gallery o la Bertrand Delacroix Gallery, donde vimos obras de Joseph Adolphe y Beth Carter. El motivo principal del paseo por Chelsea era The High Line, el parque de Nueva York construido donde había una vía de tren elevado abandonada, que es uno de los principales reclamos de la ciudad (habíamos estado en otras dos ocasiones, pero en ambas había coincidido que era invierno –aparte de que en esta ocasión era primavera, ya habían inaugurado un nuevo tramo–). Es obligatorio un paseo por el parque, desde el que se ve la ciudad de Nueva York bajo una perspectiva diferente y, además, hay excelentes vistas del IAC –un edificio de Frank Gehry–, y del hotel The Standard, al que The High Line lo cruza literalmente).
– Comederos para pájaros en The High Line.
– Cris y Fer parodiando el cartel de una película y vista del edificio IAC.
Tras el paseo por el parque, nos acercamos a la galería de David Zwirner, para ver la exposición de fotografías de Stan Douglas «Disco Angola» (aproveché para comprarme en la galería un libro de Douglas). Después de la exposición fuimos al Chelsea Market, un precioso mercado surgido de la reforma de una antigua fábrica de galletas de Nabisco (ya habíamos estado en otra ocasión, pero Manuela no lo conocía) y, de allí, nos dirigimos a la Apple Store del Meat Packing Distrit.
– Interior del Chelsea Market y una tarta de Elmo en una pastelería del mercado.
Como se acercaba la hora de comer, decidimos ir a otro de nuestros sitios favoritos: Porchetta. Cogimos el metro y nos dirigimos al Lower East Side para disfrutar de uno de los mejores bocadillos de cerdo que he comido en mi vida (antes nos detuvimos en Kim’s Video & Music, en la 1ª Avenida, para comprar el vinilo de Lee Ranaldo). Como en el local casi no hay espacio, nos acercamos al Tompkins Square Park, para comerlo tranquilamente. Era Viernes Santo, y una pequeña procesión nos lo recordó.
Dimos una vuelta por la zona después de comer y tomamos una cupcake en Butter Lane Cupcakes y un café en Ninth Street Espresso, antes de poner rumbo al MOMA.
– Sentándonos para comer los bocatas de Porchetta en el Tompkins Square Park, y viendo tiendas alrededor del parque.
En el MOMA, aprovechando que el viernes por la tarde es gratuito, fuimos a ver la impresionante exposición de Cindy Sherman y los murales que hizo Diego Rivera para el Museo de Arte Moderno. Después, como aún teníamos tiempo (y también era el día gratuito), fuimos hasta el International Center of Photography, donde había dos exposiciones muy interesantes: «Weegee: Murder Is My Business» y «The Loving Story: Photographs by Grey Villet».
No quedaba tiempo para mucho más, así que nos fuimos dando un paseo hasta 5 Napkin Burger (una de las muy buenas hamburgueserías de Nueva York, en Hell’s Kitchen) y, después de disfrutar de una hamburguesa, nos despedimos de Cristina y de Manuela para poner rumbo al Music Hall of Williamsburg, donde íbamos a ver el concierto de The War On Drugs (podéis ver todas las fotos y la crítica de Fer en la crónica de Indienauta).
– Cenando en 5 Napkin Burger y The War On Drugs en concierto.
Tras el no muy buen concierto de The War On Drugs, el viernes llegaba a su fin. El sábado comenzaría, de nuevo, en Brooklyn, pero esa historia forma parte de la segunda parte de esta crónica.